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¿Por qué el amor sano, en ocasiones, nos genera aburrimiento?

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El fenómeno del aburrimiento en relaciones sanas

El hecho de que existan personas a las que, cuando todo va bien, comienza a invadirles una sensación de aburrimiento, puede parecer extraño e incluso contradictorio. Sin embargo, cada día llegan más personas a consulta que, dentro de relaciones sanas que inicialmente fomentan el crecimiento mutuo basado en aceptación y respeto, se sienten pereza sin que existan problemas en ellas. De esta manera, en ocasiones, se observa una búsqueda insaciable de relaciones tóxicas ante la expectativa de que, a pesar del malestar que generan, dentro de ellas se puede experimentar una lejanía de esas sensaciones de vacío afectivo y/o aburrimiento. Este fenómeno nos lleva a reflexionar cómo la ausencia de toxicidad puede percibirse como falta de estimulación o incluso como malestar.

Teoría del apego y habituación a la intensidad emocional

Experiencias tempranas y activación constante

Desde la perspectiva psicológica, este fenómeno puede ser explicado a través de diferentes enfoques. Si ponemos la atención en el pasado de la persona, encontramos la teoría del apego (Ainsworth, 1967; Bowlby, 1969), que sugiere que las personas que poseen un repertorio de experiencias tempranas en las que han sentido gran miedo al abandono, hiperactivación emocional, o la ambivalencia de buscar cercanía y, a su vez, tener miedo al vínculo, han podido generar una habituación a nivel fisiológico a la activación constante y elevada.

Relaciones tóxicas como «montaña rusa» emocional

Las relaciones tóxicas se asocian a una especie de “montaña rusa” por sus fluctuaciones intensas entre proximidad y conflicto, generando ese nivel de estimulación tan familiar para las personas con experiencias previas de inestabilidad. Esta familiaridad, junto con la tendencia natural del organismo a aferrarse a lo conocido, hace que perciban las relaciones sanas como una caída en picado a nivel emocional, con un sistema de alarma desactivado donde la estabilidad se vive como falta de estímulo, generando desmotivación o aburrimiento.

Refuerzo intermitente en relaciones tóxicas

El «enganche» conductual explicado por Skinner

Por otro lado, desde un enfoque conductual, existe un patrón de interacción entre los miembros de la pareja que ha adquirido gran relevancia en los últimos años. El conocido como refuerzo intermitente es hoy frecuente en el discurso cotidiano de las personas jóvenes, que lo utilizan para explicar sus dinámicas afectivas caracterizadas por la inestabilidad. Este patrón conductual fue descrito por Ferster y Skinner (1957), quienes plantean que las relaciones tóxicas lo utilizan de forma involuntaria al alternar momentos de conflicto y malestar con momentos de calma y afecto.

Comparación con la adicción a las tragaperras

Estos autores mencionan que dicha alternancia provoca un efecto de «enganche» ante la imprevisibilidad de lo que ocurre a veces pero no siempre. El cerebro queda en anticipación constante esperando ese gesto bonito, la próxima reconciliación o la etapa sin conflictos que tanto anhela. Esta incertidumbre sobre  cuándo ocurrirá lo que se espera con ansias genera un ciclo de intentos reiterados, creando una costumbre a la montaña rusa emocional donde la intensidad se asocia inconscientemente con el amor. Por eso, las relaciones sanas, caracterizadas por tranquilidad, se perciben como aburrimiento: la estabilidad se vive como falta de estimulación, generando insatisfacción. Este mecanismo es funcionalmente similar a la adicción a las máquinas tragaperras: la incertidumbre sobre ganar o perder mantiene a la persona involucrada, buscando recompensa a pesar de obtener más pérdidas que ganancias tanto económicas como emocionales.

Duelo emocional y readaptación a la estabilidad

Entender esto permite comprender por qué es tan difícil salir de relaciones tóxicas, pero también explica por qué algunas personas se sienten extrañas y aburridas al hacerlo. Esa sensación corresponde a la pérdida de la inestabilidad que antes mantenía activo al organismo. Es como si metafóricamente hubieran perdido una parte de su identidad, y ahora tienen que aprender a vivir sin ella, readaptándose a una situación novedosa tanto a nivel emocional como neurobiológico.

Influencia cultural y tolerancia a la calma

Sociedad de la inmediatez y teoría polivagal

Además, es importante considerar cómo la cultura contemporánea influye en esta percepción del bienestar emocional. La sociedad actual, marcada por la inmediatez y la búsqueda constante de estímulos, refuerza la idea de que una relación debe estar cargada de intensidad para considerarse satisfactoria. Esto conecta con lo que autores como Levine y Heller (2010) describen: la idealización de la pasión como indicador principal de conexión emocional, lo que puede llevar a que la estabilidad se perciba como carencia de emoción.

Otro aspecto relevante es la tolerancia a la tranquilidad emocional. Para muchas personas cuyo sistema nervioso ha tenido que adaptarse a entornos inestables o emocionalmente exigentes, la calma puede experimentarse como una señal de alerta. Según la teoría polivagal (Porges, 2011), el organismo interpreta la falta de activación como un potencial indicador de amenaza, lo que explica la aparición de inquietud, tensión o anticipación negativa ante la estabilidad. Estas reacciones no son voluntarias, tal como plantea Van der Kolk (2015) respecto a cómo las experiencias emocionales intensas dejan huella en el cuerpo.

Transición hacia relaciones seguras y sostenibles

Es importante reconocer que la transición desde relaciones tóxicas hacia relaciones seguras implica un proceso de duelo. Aunque resulte paradójico, se produce una pérdida de la intensidad emocional a la que la persona estaba habituada. Esta pérdida incluye la despedida de un estilo de vinculación, de una identidad basada en la supervivencia emocional y de una forma de entender el amor construida sobre la montaña rusa emocional (Levine y Heller, 2010). Reconocer este duelo permite acompañar el proceso sin juzgar, validando las emociones que emergen durante la adaptación a un vínculo sano.

En definitiva, transitar hacia una relación que ofrece coherencia y estabilidad implica aprender a reconocer nuevas formas de sentir que pueden ser más sanas. Este cambio no ocurre de un día para otro; requiere paciencia, autocompasión y un espacio seguro para explorar emociones que antes no tenían lugar. Con el tiempo, muchas personas descubren que la serenidad no solo es compatible con el amor, sino que le da profundidad, continuidad y sentido. Comprender esto permite abrirse a vínculos donde la calma no es ausencia de pasión, sino la base que la sostiene y la hace verdaderamente sostenible.

Clara María Herrero Martínez y María Hidalgo Del Nogal

Alumnas en Psicólogos Retiro del MPGS de la URLC

Referencias bibliográficas:

Ainsworth, M. D. S. (1967). Infancy in Uganda: infant care and the growth of love. Johns Hopkins Press.

Bowlby, J. (1969). Attachment and Loss: Vol. I: Attachment. Basic Books.

Ferster, C. B., y Skinner, B. F. (1957). Schedules of reinforcement. Appleton-Century-Crofts.

Levine, A., y Heller, R. (2010). Attached. Tarcher/Penguin.

Porges, S. W. (2011). The polyvagal theory. W. W. Norton.

Van der Kolk, B. A. (2015). The body keeps the score. Penguin Books.

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