Este tipo de preguntas cada vez llegan más a consulta y para poder responderlas es muy importante partir de una base, la “forma que tengo de vincular”. Es decir, nuestra forma de vincularnos con el mundo, con el contexto y con las personas que nos rodean.
Para poder entenderlo tenemos que irnos al concepto de “apego”, el cuál es la “relación emocional, afectiva y conductual que se establece entre un cuidador y la persona que necesita ser cuidada”. Dado que estaremos de acuerdo que todo el mundo busca protección, ya que esta es una necesidad básica en el ser humano, nos garantiza la supervivencia desde que somos pequeños.
El problema que nos encontramos es la forma en la que buscamos sentirnos cuidados o protegidos, dado que eso se hereda a nivel intergeneracional. Es decir, para poder responder a estas preguntas sería importante volver a nuestra infancia y valorar como nos han enseñado a vincular y a relacionarnos con el entorno. Esto se va construyendo, poco a poco, por cómo nos hemos sentido de escuchados y valorados en nuestras necesidades. Si ese proceso no se dio es posible que como adultos no sepamos reconocer ni siquiera nuestras propias necesidades o hayamos aprendido modelos disfuncionales, pero útiles en nuestra vida, de poder conseguir esa proximidad o protección tan necesaria.
Entonces, las preguntas serían: ¿Sabes reconocer tus necesidades emocionales? ¿Sabes poner palabras a lo que te está ocurriendo? Y ¿sabes expresar lo que necesitas con el objetivo de que puedan aportártelo? Y tras contestar a estas preguntas podríamos contestar a las iniciales: ¿por qué siempre me fijo en el mismo patrón de personas? ¿Por qué siempre me pasa lo mismo en mis relaciones? ¿Soy yo o es el otro? Quizá es mala suerte o quizá es porque estoy buscando lo que es familiar para mí, con eso no significa que pueda ser bueno, pero si conocido y familiar, hecho que me va a garantizar la “seguridad” aunque sea irreal.
Ejemplos que llegan a consulta son personas que siempre encuentran a otras personas “no disponibles”. Quizá esto sea familiar si vamos a la infancia. Podrían ser progenitores, que, por múltiples motivos dado que ellos también traen su mochila, no supieron identificar las necesidades de ese niño y, por lo tanto, no pudieron satisfacerlas. Al final, siempre tendemos a reproducir formas de funcionar o vincular ya aprendidas.
Otros ejemplos, pueden ser personas que acuden a consulta por “ansiedad”, debido que tienen mucho miedo a separaciones o rupturas, que siempre al final se materializan y refuerzan este miedo o experiencia en los vínculos. Lo que conlleva que viven las relaciones con mucha incertidumbre e inseguridad, dando muchas respuestas de comprobación con el fin de buscar esa tan necesaria “seguridad en el vínculo”. Este hecho puede deberse a que, si nos vamos a la infancia, seguramente eran niños inseguros en cuánto a saber si su progenitor iba a estar accesible o iba a ser sensible a su necesidad y lo ayudará, dado que en ocasiones sí estaba y en otras no. O había como “forma de control” siempre una amenaza de separación. Es decir, aprendieron que a veces, el vínculo puede ser seguro, pero otras no, así que dan múltiples respuestas para intentar garantizar su protección, lo que hace que, al final, el vínculo se acabe rompiendo, mientras se aferran a esa relación.
O bien, personas que han aprendido a ser “autosuficientes emocionalmente” y con el discurso de que no necesitan a nadie, dado que han intentado hacer su vida con la percepción de no haber tenido el amor y el apoyo de otras personas. Por lo que tienden a rechazar todo tipo de relaciones buscando siempre pegas o sintiendo un continuó rechazo, el cual, a veces puede que no sea tan real.

Hay múltiples formas de vincularnos, como podéis ver y esto sólo recoge algunas de ellas, ahora bien, te invito a reflexionar y a preguntarte acerca de la tuya. Y para ello, lo primero es identificar cuáles fueron tus primeras gafas, al asomarte al mundo, y con ellas, como aprendiste a relacionarte. ¿Qué buscas en las relaciones? ¿Cómo garantizas tu protección o seguridad? Y a través de ello, te invito al cambio.
Hay que resaltar que nada es bueno ni malo, las experiencias y las situaciones son las que hemos vivido o nos han tocado vivir y esa es nuestra esencia, la que nos hace únicos, valiosos y especiales. Sólo hay que poder identificarlas y ponerlas a favor y no en contra nuestra.
Noemí Gutiérrez Serrano (M-26735)
Especialista en psicología clínica y de la salud
Experta en psicoterapia sistémica